
Para llegar a esta conclusión, Boris A. Stuck y su equipo realizaron un experimento en el que exponían a una serie de sujetos a olores agradables (rosas) y desagradables (huevos podridos) mientras dormían.
Cuando despertaron, los sujetos afirmaban haber tenido sueños placenteros en el primer caso, mientras que las vivencias eran negativas cuando dormían con el molesto olor.
Stuck asegura que los resultados podrían servir de arranque para desarrollar terapias nocturnas aromáticas que potencien nuestro descanso. (Fuente).
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