Se habría evitado, en un 40%, con cambios en la dieta y en la actividad física (más vegetales y frutas, menos azúcar, menos carne roja, caminar regularmente o el equivalente a 30 minutos de actividad seis veces por semana); en un 30%, por dejar de fumar, y alrededor de un 10%, reduciendo el consumo de alcohol.
Actualmente hasta sabemos cómo comidas específicas, tales como el brócoli y el repollo, el ajo y la cebolla, el té verde o la especia cúrcuma, ayudan directamente a matar células cancerosas y a reducir el crecimiento de los nuevos vasos sanguíneos que ellas necesitan para desarrollarse en tumores.
También se reduce el riesgo de contraer cáncer si nos exponemos menos a los cancerígenos químicos que abundan en nuestro ambiente moderno. Entre ellos figuran los siguientes: pesticidas, estrógenos, benceno, PCBs, PVCs y bisfenol A (del calentamiento de líquidos en recipientes de plástico); alkilfenoles (en los productos de limpieza); parabenes y ácidos ptálicos (en cosméticos y champús).
La mayoría de las personas siguen viendo el cáncer como una forma de lotería genética, cuando claramente no lo es. Aunque todos debemos estar en guardia contra la falsa esperanza cuando se ofrecen tratamientos para el cáncer, me parece obvio que también debemos cuidarnos, con más firmeza todavía, de la falsa desesperanza. (Elnuvodía).
No hay comentarios:
Publicar un comentario