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Vecinos, familiares y amigos de otros complejos de vivienda pública lo visitaban, abarrotando el pequeño vestíbulo familiar.
Desde un radio en un apartamento cercano, Rubén Blades cantaba triste sobre la pérdida de un ser querido.
Pedro murió baleado, y su cuerpo fue encontrado la madrugada del viernes bajo el puente de Cantera, a la orilla del caño Martín Peña. Obedeciendo un deseo que expresó durante los pasados seis años, Pedro no fue puesto en capilla ardiente dentro de un ataúd. En vez, fue embalsamado y, en un acto insólito nunca antes visto en Puerto Rico, velado de pie en su casa.
“Eso fue una de sus ocurrencias”, dijo su hermano mayor, Carlos. “Era bien amigo de los de la funeraria (Marín) y siempre que los visitaba les decía: ‘Yo no quiero estar en una caja. Si algo me pasa, quiero que me velen parao’”.
Con la casa llena de sus seres queridos, Pedro permanecía con la frente en alto y los ojos cerrados, como echando una breve siesta de pie antes de acudir a su propio sepelio.
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